La propuesta de valor puede resumirse como la razón profunda por la cuál los clientes buscarán y comprarán nuestros productos.
Ésta, puede estar amarrada a tres asuntos fundamentales:
- Los atributos, es decir características específicas del producto de carácter físico.
- Los beneficios, qué hace ese producto por el cliente, como lo beneficia
- El valor de fondo, qué imagen de fondo transmite el producto, qué valor profundo, qué emoción profunda y duradera.
Las organizaciones, a veces, deben centrar su propuesta en alguna de las tres cosas, pero normalmente deben garantizar que se genere una cadena en la cual los atributos conlleven beneficios, y estos a su vez se amarren a un valor de fondo.
Esta definición de la propuesta de valor es clave pues no sólo será lo que la empresa intentará comunicar sino porque en realidad todas las acciones que desarrolle a continuación deben responder a esta propuesta de valor, Así, la propuesta de valor se convierte también en un filtro que define qué debe hacerse y qué no y esto es clave dentro de la planeación estratégica.
De esta misma manera, La propuesta comercial, es decir la forma en que se estructura el negocio para el comprador debe responder también a la propuesta de valor que la organización haya decidido. En últimas, los clientes miden la gestión de la organización según la propuesta de valor de la misma.
Cualquier disparidad en la misma genera insatisfacción y amenaza la compra futura.
Una Desalineación es peligrosa, así como la profunda coherencia genera realmente valor a nuestros clientes.